Habiendo empezado a hurgar en los claustrofóbicos pasillos de la fortaleza stoner y drone, decidí animarme con uno de los discos que RYM recomienda con mayor urgencia.
‘Boris at Last –Feedbacker’ me llama la atención desde el inicio, debido a la portada. Japón ha abierto sus puertas al mundo desde hace décadas, pero es recién en los últimos 30 años que el fenómeno visual y áureo del arte popular japonés (comprendido por el anime, manga, j-pop, entre otras expresiones) ha calado hondo en la comunidad extranjera. Y dicho fenómeno actúa como una especie de onda retro (feedback, precisamente), dentro de un contexto de rock. No olvidar que Japón siempre fue una audiencia ávida y fiel para con las bandas de heavy y progre angloparlantes y representó uno de los más grandes soportes de comunicación entre las culturas masivas de Oriente y Occidente.
Regresando al tema, en la carátula del álbum se presenta la imagen de una chica japonesa como las hay varias en la NHK, por ejemplo. Vestida a la usanza occidental y usando un peinado contemporáneo, me pregunto si la sangre que evidencia su muerte simboliza la caída de una barrera natural entre la forma de entender el arte, entre el comportamiento humano y la vida en general de 2 mundos originalmente opuestos.
La música es un elemento poderosísimo para hacer cambiar la mente de la gente. Cuántos conciertos no han gestado movimientos sociales o han encabezado alguno de ellos? Cuántas canciones no influenciaron individuos y colectivos? Pues bien, pareciera que uno de dichos movimientos, acaso el más importante en el mundo de la música, finalmente triunfó, aunque a su manera. La idea del hippismo era la unión universal. Partiendo de ello, quizá no se consiguió el objetivo en el aspecto social, pero sí en el artístico.
Tanto preámbulo no es exagerado. Feedbacker se me antoja como una de las piedras angulares del matrimonio de dos formas de vida. Contiene la sutileza, el misticismo oriental en los repetitivas pero magnéticas cadencias rítmicas y profundidad sónica. Al mismo tiempo, la arrogancia y la testosterona occidental está presente en la potencia y suficiencia de los inmensos riffs.
La tecnología juega un rol importante. Aunque el booklet no lo detalle (no detalla casi nada), el sonido ha sido muy trabajado. Si existe la teoría del “menos es más”, en este caso Boris le saca la vuelta.
Ciertamente, la propuesta es minimalista en la instrumentación y estructura, pero la abundancia de matices en uno sólo de sus acordes es impresionante. El uso de distintos efectos, pedales y distorsión posee la máxima efectividad en su expresión sonora.
Por ejemplo, el track 2 (aquí no hay canciones, sino secciones) nos muestra un lento, pero constante crescendo que capta completamente la atención del oyente. Dicho proceso llega a un clímax de proporciones tan monstruosas en el caso de la guitarra, que el baterista debe haberse quedado idiota tocando la misma letanía.
No bromeo, eh, el sonido guitarrero de Boris debe ser uno de los más grandes jamás grabados. No por nada la banda le debe su nombre a una de las canciones más pesadas e invulnerables de los Melvins. Prueba irrefutable de que estamos ante un documento unificador de civilizaciones.
O creen que una banda absolutamente indie del noroeste de EE UU puede tener tanto éxito para que una banda de drone y noise japonesa le deba el 50% de su éxito?
‘Boris at Last –Feedbacker’ es una experiencia única. Y se la recomiendo a cualquier oyente, de cualquier parte del mundo.